El cuento de la Caperucita roja:
Roja era una niña que vivía con su mamá y tenía una abuelita que vivía al otro lado del bosque y que se había puesto enferma. La mamá le pidió llevar a la abuela un cesto con pasteles y frutas. Y le recomendó que no converse con extraños.
A mitad del trayecto se le apareció un lobo que le preguntó a dónde iba y qué llevaba. Caperucita le contó de su misión y el lobo le propuso una carrera para ver quién llegaba primero. Como había dos caminos, el lobo le dio a Caperucita el más largo. El lobo llegó primero a la casa de la abuelita y fingió la voz de Caperucita. Cuando la viejita le dejó ingresar el lobo la devoró de un solo bocado. Entonces se metió a la cama poniéndose el gorro y los lentes de la anciana.
Cuando Caperucita llegó la casa y se acercó a la cama creyendo que estaba su abuelita. Pero al notarla cambiada le dijo “¡Abuelita qué ojos tan grandes tienes!” y el lobo respondió “son para verte mejor”. Entonces Caperucita le dijo ¡Qué orejas tan grandes tienes! y el animal respondió “son para oírte mejor” Finalmente la niña preguntó ¡Qué dientes tan grandes tienes! y el lobo le dijo “¡Son para comerte mejor!”.
En ese momento el lobo intentó coger a la niña pero ésta lanzó un grito que llegó a oídos de un leñador que pasaba cerca. El leñador le dio un palazo al lobo y le abrió la panza de un hachazo. La abuelita salió con vida milagrosamente y abrazó a su nieta. Caperucita le pidió perdón por haberse dejado engañar por el lobo. Después le prometió a su mamá nunca más desobedecerla.
El cuento del Gato con Botas:
A la muerte del padre, sus tres hijos heredaron algunas de sus propiedades, pero solo Arturo, el tercero de los hijos, no tuvo suerte en el reparto, pues le tocó una vieja cabaña y un simpático gato. Solo y triste, porque sus hermanos se apresuraron en alejarse de esas tierras, el pobre Arturo era alentado por el minino: “Haré de ti un príncipe” le prometía. “¿Y cómo lo harás?”, preguntaba Arturo riendo, a lo que el animalito contestaba: “Dame tus botas y deja el resto de mi parte”.
Sin pérdida de tiempo, el Gato calzó las botas y se dirigió al bosque donde capturó las especies más sabrosas al paladar humano. Luego se dirigió al castillo del rey Felipe II y solicitó audiencia: “¿Ya quién anuncio?», preguntó el ujier burlándose. “¡Pues, al honorable Gato con Botas de Carabás!». El rey, ante tan pomposo título, no dudó en recibir al extraño visitante.
El Gato saludó con un discurso florido que agradó al rey y disfrutó la reina, más aún cuando les alcanzó las sabrosas especies: “Es un obsequio de quien soy servidor, el joven Marqués de Carabás”.
El rey estaba tan agradecido con el Gato con Botas que los invitó (a él y a su amo) al paseo que iba a realizar con su hija, la bella princesa.
El Gato corrió donde su amo para contarle la buena nueva, pero Arturo le dijo: “Lo siento, pero no tengo ropa decente para presentarme ante el rey”.
“Tú no te preocupes”, le dijo el minino. Tomaron el camino por donde iba a pasar la comitiva del rey y el minino ordenó a su amo que se lanzara a la gran laguna. Arturo quiso negarse, pero al ver que se acercaba el coche, se lanzó con todo.
El Gato se adelantó al carruaje, dando a conocer que habían sido víctimas de un asalto. “Que venga el Marqués -le dijo el rey- que nosotros lo atenderemos”. Satisfecho, el Gato corrió al lujoso castillo del temible Ogro, dispuesto a ultimar sus grandiosos planes.
Mientras el rey y la princesa atendían al buen Arturo, el Gato con Botas dialogaba con el Ogro que era conocido por sus dotes de magia.
“
¿A que no puedes transformarte en un león?” le provocaba el Gato, y el Ogro se convertía en el feroz animal.
Así lo estuvo probando con varias transformaciones, hasta que le dijo: “¿Y puedes ser un ratoncito?”. Y el Ogro sonrió convirtiéndose en el pequeño roedor, instante que aprovechó el Gato para acabarlo.
Quedó así como amo y señor del imponente castillo. Corrió donde estaba Arturo y le dijo a Felipe II: “En nombre del Marqués de Carabás, les invito a pasar a su castillo, donde él pedirá formalmente la mano de su hija”. Los reyes se sintieron halagados y la princesa suspiró enamorada. Se casaron y se fue la pareja más feliz de la tierra.
El cuento de Blancanieves:
Había una vez una hermosa princesita que tenía la piel blanca como la nieve, por lo que su madre la llamó Blanca Nieves. Pero su madre había muerto cuando ella era bebé y el Rey se había casado con una mujer bella pero muy vanidosa y envidiosa.
La madrastra de Blanca Nieves tenía un espejo mágico que le respondía lo que pidiera. Lo que más le preguntaba era quién era la mujer más hermosa del mundo, y el espejo siempre le respondía que era ella. Pero un día, el espejo respondió que la más bella era Blanca Nieves, quien ya había crecido y era una hermosa jovencita.
Llena de furia, la malvada reina le pidió a un criado que lleve a Blanca Nieves al bosque para apuñalarla y extraer su corazón. El criado llevó a la princesa al bosque, pero en lugar de matarla le contó las intenciones de su madrastra y le pidió que huyera lejos. Blanca Nieves caminó hasta encontrar una pequeña casa donde vivían 7 enanos que trabajaban en una mina. Ellos la acogieron y protegieron.
Creyendo que Blanca Nieves había muerto, la reina le preguntó al espejo quién era la más hermosa, pero el espejo le respondió que seguía siendo Blanca Nieves. La reina sorprendida preguntó por qué y el espejo le dijo que la joven no murió y que vivía en el bosque con 7 enanitos mineros.
Entonces, la malvada mujer se disfrazó de una ancianita que vendía manzanas y fue en busca de Blanca Nieves. Al encontrarla le ofreció una provocativa manzana que la princesa comió sin saber que estaba envenenada. Cuando los enanitos regresaron de trabajar encontraron a Blanca Nieves muerta y la colocaron en un ataúd de cristal para contemplar su rostro, que, aunque pasaran los días, no perdía su belleza y lozanía.
Pero un día, paso por el lugar un apuesto príncipe que se enamoró de la muchacha y convenció a los enanos para dejar que se la lleve a su palacio. Durante el trayecto, los sirvientes que cargaban el ataúd tropezaron y el movimiento hizo que el trozo de manzana envenenada salga de la garganta de Blanca Nieves. Ella despertó y él le declaró su amor. Al poco tiempo se casaron y durante la fiesta matrimonial reconocieron a la madrastra de Blanca Nieves entre los invitados. El príncipe, que ahora era rey, quiso castigarla y ordenó que le coloquen zapatos de hierro caliente. La malvada mujer fue obligada a bailar con ellos hasta morir.
El cuento del Patito Feo:
El cuento, El patito feo comienza en la estación de verano. La Señora Pata esperaba con ansias la llegada de sus siete patitos. Junto con sus amigas, observaban con mucha atención cada huevo. Un día comenzaron a romperse los cascarones y salieron seis hermosos patitos. Se percataron que todavía faltaba un patito por salir; esperaron hasta que de pronto salió un patito feo y muy diferente a los demás. La Señora Pata se avergonzó porque tenía un patito feo y siempre trataba de esconderlo. Pasaban los días y el patito feo no mejoraba, se ponía más feo. Crecía demasiado rápido; era mucho más grande que los demás.
El patito feo se percató de que en ese lugar no lo querían y decidió escaparse. Al huir, llegó a una granja, en donde una vieja lo recibió; éste pensó que había encontrado un hogar. Ocurrió todo lo contrario, la vieja era mala y lo que quería era comérselo.
El patito feo huyó de ese lugar.
Llegó el invierno y tuvo que pasarlo solo. Pasó momentos de hambre, frío y de miedo; ya que tenía que huir de los cazadores. Llegó la primavera y el patito feo fue a un estanque, en donde se encontró con unos cisnes. Al verlos se sintió triste porque estos eran bellos y el no. Decidió hablarles y les dijo que si podía estar en el estanque junto a ellos. Le dijeron que sí; que todos eran como hermanos. El patito feo le dijo que no se burlarán de él y los cisnes le dijeron que porque se burlarían de él si eran iguales. El patito feo se ve en el reflejo del agua y nota que era un hermoso cisne. Al darse cuenta fue feliz y vivió con ellos para siempre.
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